La sombra de la soledad reflejo de la identidad...

Parece mentira que haya transcurrido medio año de la que fue la decisión más importante de su vida,  o por lo menos de la que más se acordaría... un camino tortuoso, pedruscos cual tamaño de un dolmen, y  la carga de una gran losa maciza, plana, inamovible, el revestimiento de un muro sin fin.

Empezar fue duro, todo era confuso y sinuoso... Apenas podía verse la luz entre tanta oscuridad, el fulgor de su halo totalmente arrebatado, eclipsado, atrapado por el desgarro de una insólita verdad... sentía la desazón recorriendo su corazón, la incredulidad adueñarse de su razón, la desilusión en la ausencia de humanidad ante tanta irracionalidad. Aún así, no desistió, se concedió un tiempo a merced de la situación cuya premisa honró con absoluta devoción... observar la libertad de los actos, la incongruencia de las palabras frente a los hechos,  en conclusión, la verdadera identidad que reside en la condición. Sin embargo, pese a que los inicios suponen cambios de resultados inciertos cuya incertidumbre puede generar desesperación, supo que ese preciso punto era el lugar donde le correspondía estar... negar la realidad era evidente que era un estado del que pronto debía desprenderse, afrontar y seguir dando pasos entre la soledad y todas sus extensiones, ramificaciones de un porvenir plagado de nuevas sensaciones, que de otro modo jamás habría llegado a conocer... al fin y al cabo la vida es eso... experimentar sin dejar de andar, explorar e indagar consolidando el comienzo de la autentica libertad, el existencialismo que radica del individualismo, el egoísmo incipiente de las decisiones al margen de las aceptaciones o decepciones, ya no le importaba o molestaba, su poder sus constantes ansias por eternamente crecer, ver, sentir y sin lugar a dudas evitar dejar de creer, pues sin ilusiones o motivaciones el hoy, se enclava y estanca, en la perpetua sombra del ayer y el reflejo inalcanzable del mañana, distorsionado por la lente del presente, recurrente y persistente.