
Mercenarios de escenarios...
En un rincón apartado de un vasto mundo lleno de promesas y desafíos, vivía una joven cuyo corazón estaba repleto de sueños. Su nombre era Alicia, y desde muy pequeña había aprendido a esconder sus aspiraciones detrás de un sinfín de justificaciones. La vida le había presentado un lienzo en blanco, pero sus pinceladas estaban marcadas por constantes mudanzas, sombras que intentaban robar su inocencia y la desgarradora experiencia de ver morir a su padre. La pérdida de su progenitor dejó un vacío tan inmenso que se convirtió, paradójicamente, en su fuente de poder para seguir adelante. Creció en un entorno de luchas de poder y envidias, pero, por suerte, siempre tuvo ángeles guardianes que la protegieron. Personas que, aunque no compartían su sangre, se convirtieron en pilares inquebrantables en su vida, casi como nuevos padres, brindándole el apoyo vital que tanto necesitaba. Fueron estos mismos individuos quienes la acompañaron al altar en uno de los días más importantes de su vida y también quienes estuvieron a su lado en el doloroso cierre de un capítulo marcado por la traición y el desamor.
Colmada de caprichos y lujos, Alicia casi sucumbe a la superficialidad de lo material. Las comodidades que la rodeaban eran una trampa dorada que casi la atrapó. Sin embargo, lo único que realmente necesitaba era estar con los suyos, no haber sido apartada o aislada en un único círculo o entorno. Tras la muerte de su padre, tuvo que desprenderse de este mundo de caprichos, sintiéndose sumamente sola y buscando la verdadera conexión con los demás.
Desde joven, Alicia encontró en un chico su primer amor, un refugio en medio del caos que la rodeaba. Al principio, él fue su confidente y su apoyo, pero con el tiempo, esa relación que parecía tan prometedora se volvió tóxica, agresiva y en algunos momentos hasta destructiva. No dudaba de que hubiera habido amor, pero el amor no debería doler ni ser una sentencia que aplastara su espíritu. La manipulación la llevó a creer que ella era la culpable de todo, la enajenada que hacía enloquecer y que por ello merecía aquel trato cruel, desestabilizar su único hilo del que tirar para no perderse, provocarla para abandonarse y así asegurarse de que no podría revolverse o por ella misma desenvolverse, drenar toda su energía, cualquier atisbo de alegría, látigo y castigo conseguir mermarla hasta enmudecerse y ante el miedo desvanecerse.
El silencio se convirtió en su refugio y su transición. Aunque evitaba el enfrentamiento directo, su carácter impulsivo y su rebeldía la hacían estallar en ocasiones, desatando tormentas emocionales que marcaban su camino. Sus ideas y deseos eran motivo de discusiones, pero ella siempre encontraba una manera de camuflarlos para evitar conflictos. Su falta de experiencia y su ingenuidad fueron la carnaza de sus detractores, que aprovechaban cualquier oportunidad para menospreciarla y socavar su autoestima. Sin embargo, en su silencio, Alicia encontró la fuerza para resistir y reflexionar.
A lo largo de su vida, Alicia siempre había seguido adelante, porque sabía que podía soportar cualquier cosa. No conocía el límite de sus fuerzas, y eso la impulsaba a seguir, sin importar cuán difíciles fueran las circunstancias. Había recorrido un trayecto extenso, lleno de sacrificios, y finalmente todo parecía encajar y encontrar su lugar. Ahora, la joven que había comenzado sin grandes pretensiones quería luchar por ella misma, devorar el mundo, hacer de sus ansias y ambiciones su fuente eterna de ilusiones. Ya no le importaban otros corazones, no sufría de desamores, ni sentía las decepciones o el estupor de las traiciones. Se apartó y siguió fiel a sí misma, riéndose de su propia pleitesía, en una gran reverencia de cortesía.
Una nueva etapa personal y profesional se iniciaba para Alicia. El miedo a la incertidumbre ahora era su combustible, su impulso para saltar desde cualquier altura, desde la cima más escarpada. Ya no se sentía atrapada ni enjaulada; era dueña de sus propias decisiones y de la oportunidad de aprender de sus errores. Sentía que la existencia era más que limitarse a sobrevivir. Por primera vez en su vida, conocía la libertad. Comprendía que los límites solo existían en la mente y que no había mayor crecimiento que el que se lograba al emerger del más profundo infierno. Había tenido que arder, descomponerse, quebrarse y segarse para finalmente comprender todo aquello que la esclavizaba, todo aquello que la encerraba en un círculo vicioso, enfermizo y contagioso.
Dicen que hay que incluir lo excluido, y sin enterrarlo, decidió atravesarlo. Desnuda e indefensa, pudo ver el resultado de su mayor fortaleza: su indomable mente, la veracidad de su certeza, la nobleza de su pureza, la esencia de su naturaleza. Se iniciaban los juegos del hambre: anudarse fuerte al mástil, eludir el canto de sirenas, atravesar la tormenta y alzarse en vuelo con la mayor de las gratitudes. Dividiendo en latitudes, un ciclo cerrado del que ya había dejado flores y se había despedido de sus ataúdes.
En su camino, Alicia encontró grandes aliados, almas afines que compartían su pasión y visión. Eran compañeros de viaje, cada uno con su propia historia de lucha y superación. Juntos, formaron una alianza inquebrantable, un círculo de apoyo y camaradería. Con ellos, descubrió la fuerza de la colaboración y el poder de la amistad.
En el ámbito profesional, también encontró mentores que vieron su potencial y la guiaron con sabiduría y paciencia. Estos maestros la ayudaron a desarrollar sus habilidades y a encontrar su voz, brindándole el apoyo y los conocimientos necesarios para enfrentar los desafíos de su carrera. Bajo su tutela, Alicia aprendió a transformar cada obstáculo en una oportunidad de crecimiento.
Sin embargo, la deslealtad y el abandono de quienes conocían su situación la dejaron devastada. Aquellos que solo miraban por su propio bienestar no hicieron nada para protegerla. Alicia, aunque herida, no permitió que esto la destruyera. Al contrario, encontró en ella una fuente renovada de fuerza.
Además, tuvo que afrontar el veneno de esa relación destructiva con su primer amor, un vínculo que, en lugar de nutrirla, la consumía lentamente, como un fuego insidioso que socavaba su autoestima. Las palabras crueles y los actos despectivos eran como dagas envenenadas, erosionando su espíritu y distorsionando su percepción de sí misma. Pero en medio de esta tormenta, descubrió una verdad poderosa: su valor no dependía de la aprobación de nadie más.
Con gran valentía, decidió romper las cadenas de esa relación devastadora. Fue un proceso doloroso, lleno de noches de lágrimas y días de dudas, pero finalmente, emergió más fuerte y más segura de sí misma. Aprendió a amarse y respetarse, a valorar su propia dignidad por encima de cualquier vínculo.
El mundo era un lienzo en blanco, y ella era la artista, lista para pintar su propia obra maestra. Con cada trazo, infundía vida a sus visiones, transformando sus sueños en realidad. Alicia, antes aprisionada por las cadenas de la conformidad y la opresión emocional, ahora volaba libre, desafiando las alturas y explorando nuevos horizontes, sostenida por las manos de sus verdaderos aliados.
El sentido del deber y propósito en su vida se reafirmó con la llegada de sus hijos. Ellos le dieron una nueva perspectiva, una razón más profunda para luchar y convertirse en un referente para ellos. Gracias a sus hijos, a su familia más cercana, bastante desgastada y devastada, Alicia recobró el sentido del deber y el propósito en su vida, encontrando en ellos una motivación inquebrantable para seguir adelante y ser un ejemplo de fortaleza y amor.
Y así, con la mirada fija en el horizonte y el corazón lleno de esperanza, Alicia se embarcó en esta nueva etapa de su vida. La aventura continuaba, y aunque no sabía exactamente qué le depararía el futuro, estaba segura de que todo lo que había pasado era una preparación para algo mejor. Con la certeza de que su espíritu nunca sería doblegado, y con sus aliados y mentores a su lado, sabía que juntos podían conquistar cualquier obstáculo, transformar cada sueño en una gloriosa realidad.
En los próximos días, Alicia debía afrontar una nueva situación, una en la que se sentía bastante tranquila. Estaba decidida a expresarse sin sentir el yugo del prejuicio, esperando que valoraran su trabajo por lo que realmente era. Pese a que sabía que lo ejercía con suma profesionalidad y dedicación, para ella el trabajo era vital. La dignificaba, la hacía sentirse realizada y más completa en su papel en el mundo, en su rol no solo de madre o mujer vista como una eterna cuidadora, sino como una persona individual con sueños y ambiciones propias. Abierta al cambio y al mundo, Alicia se aventuraba hacia nuevos escenarios, exentos de mercenarios. Se encontraba escribiendo los nuevos capítulos de su vida, transcribiéndolos página por página. Sabía que cada línea que trazaba era una promesa de lo que estaba por venir, una aventura aún por escribir, esperando ser vivida y contada.
Mañana sería el comienzo de una nueva historia, y Alicia estaba más que preparada para protagonizarla.
" Alicia cada vez parece ser más Alicia" - LA - ᚢ ᛏ ᛟ Δ